La década de 1920 marcó una revolución en la moda. El auge de las «flappers», mujeres jóvenes que adoptaron una estética andrógina con faldas más cortas y siluetas sueltas, definió la época. Este estilo se caracterizaba por cinturas bajas, líneas rectas y el rechazo a la restrictiva corsetería de épocas anteriores. Sin embargo, la moda de los años 20 fue mucho más diversa que el simple look flapper.
Jeanne Lanvin, destacada diseñadora de la época, ofreció un marcado contraste al estilo andrógino de las flappers. Las creaciones de Lanvin presentaban faldas largas y amplias, a menudo incorporando polisones, que recordaban a estilos históricos. Estos vestidos enfatizaban la feminidad y el romanticismo.
Los diseños de Lanvin solían incorporar colores pastel y detalles delicados. A menudo complementaba sus vestidos con sombreros de ala ancha, una diferencia con los sombreros cloche ajustados que también eran populares en la década. Estos elegantes conjuntos proporcionaban una alternativa a la estética flapper más sencilla.
Si bien los diseños de Lanvin se diferenciaban de las siluetas sin forma favorecidas por las flappers, algunos diseñadores lograron combinar elementos de ambos estilos, creando prendas que conservaban un toque femenino al tiempo que incorporaban la sensibilidad moderna de la época.
La década de 1920 también fue testigo del auge de la ropa deportiva como atuendo de día para las mujeres. Si bien la ropa deportiva había sido durante mucho tiempo una vestimenta informal aceptable para los hombres, ganó una amplia aceptación entre las mujeres durante esta década. Este cambio se atribuye a menudo a la influencia de Coco Chanel, aunque diseñadoras como Jane Regny y Jean Patou también contribuyeron significativamente a la tendencia.
Los diseños de ropa deportiva a menudo se inspiraban en deportes populares como el tenis. El conjunto de falda y suéter amarillo de Jean Patou ejemplifica la influencia de la vestimenta de tenis en la moda dominante.
El tenis, al ser un deporte particularmente popular para las mujeres en ese momento, proporcionó una inspiración significativa para las tendencias de la moda. La estrella del tenis Suzanne Lenglen, conocida por sus vestidos de tenis plisados de manga corta y sus diademas diseñadas por Jean Patou, se convirtió en un ícono de estilo.
La influencia de Lenglen se extendió más allá de la cancha de tenis, ya que sus elecciones de moda fueron emuladas por mujeres tanto dentro como fuera de la cancha. Su estilo característico ayudó a popularizar los vestidos de tenis sin mangas, hasta la rodilla y con forma de camisa.
La creciente aceptación de la ropa deportiva fue tan profunda que, a finales de la década de 1920, se convirtió en un atuendo aceptable para almorzar en restaurantes de moda e incluso para ocasiones previas a la hora del cóctel, difuminando las líneas entre la ropa informal y la formal.