Brandy Melville, popular entre adolescentes por su estética «californiana», ha estado envuelta en controversias por su talla única. Un documental de HBO de abril de 2024 avivó el debate, exponiendo prácticas discriminatorias, explotadoras e insostenibles.
El documental recorre la trayectoria de Brandy Melville desde sus orígenes italianos hasta su popularidad en Estados Unidos, destacando cómo su ropa minimalista y marketing en redes sociales crearon un seguimiento casi de culto entre las jóvenes. Extrabajadoras relataron la inmensa presión por ajustarse a la imagen de la marca y describieron un ambiente laboral tóxico plagado de discriminación racial y basada en la apariencia. Empleadas no blancas a menudo eran relegadas a almacenes, mientras que solo chicas blancas y delgadas eran contratadas para puestos de cara al público.
La película también profundiza en el modelo de negocio de moda rápida de Brandy Melville, que prioriza la ropa barata y de moda sobre la producción ética y la sostenibilidad ambiental. El documental revela prácticas perturbadoras, como el robo de diseños de empleados y una cultura de consumo excesivo impulsada por influencers.
Las empleadas, que encarnaban la estética deseada por la marca, a menudo servían como inspiración de diseño sin saberlo. El documental revela cómo Brandy Melville replicaba los atuendos de las empleadas, produciendo en masa estilos basados en fotos de «estilo de tienda» tomadas durante los turnos. Una exempleada compartió la experiencia de ver una versión de Brandy Melville de su propia camisa a la venta en las tiendas poco después de usarla en el trabajo.
La dependencia de la marca en influencers de redes sociales exacerbó el problema del consumo excesivo. Los influencers recibían cantidades excesivas de ropa gratis, promoviendo una cultura de la desechabilidad y contribuyendo al problema masivo de desperdicio textil. Los videos de «hauls» de YouTube con ropa de Brandy Melville se volvieron increíblemente populares, animando a los espectadores a comprar numerosos artículos.
El documental destacó la asombrosa estadística de que el 85% de los 36 mil millones de prendas compradas anualmente en EE. UU. y Europa terminan desechadas. Este volumen abrumador de residuos textiles desborda los sistemas de donación caritativa y tiene consecuencias ambientales devastadoras.
La película explora el impacto devastador de los desechos de la moda rápida en Ghana, donde se vierten aproximadamente 15 millones de prendas usadas semanalmente. Ghana se ve obligada a aceptar estos desechos debido a la presión económica de las naciones más ricas. El documental expone el coste humano de esta práctica, con mujeres ghanesas soportando la carga física de transportar pesados fardos de ropa, lo que provoca problemas de salud como dolor de cuello y escoliosis. Las consecuencias ambientales son igualmente graves, con ropa desechada contaminando las vías fluviales y los ecosistemas. «La ropa del hombre blanco muerto», como la llaman los lugareños, sirve como un crudo recordatorio de la naturaleza explotadora de la industria de la moda rápida.
Finalmente, el documental cuestiona la autenticidad de la etiqueta «Hecho en Italia» de Brandy Melville. Si bien sugiere una artesanía de alta calidad, la película explora la posibilidad de que la marca utilice mano de obra mal pagada en Prato, el centro textil de Italia. La afluencia de fabricantes de moda rápida y el potencial de prácticas laborales explotadoras plantean serias preocupaciones éticas. El alcalde de Prato reconoce la presencia de numerosas empresas «no legítimas» que operan como talleres clandestinos en la región, lo que pone en duda las afirmaciones de Brandy Melville sobre la producción ética. El documental deja a los espectadores cuestionando si la etiqueta «Hecho en Italia» es una estrategia de marketing o un reflejo genuino de las prácticas de fabricación de la marca.